Cuenta-en-Twitter

Primero fue el WhatsApp y su “Escribiendo…”. Luego tu madre descubrió los grupos de WhatssApp y te montó uno con todos los familiares, grupo en el que además de toda tu familia, incluida tu tía la de Plasencia (esa a la que sólo ves en bodas, bautizos y comuniones) también está tu cuñado (y sus chistes malos de cuñado, por supuesto). Ante esto sólo puedes dar las gracias a los creadores de la aplicación por pensar en ti y diseñar la opción de silenciar grupo (¡ojalá esta pestaña en la vida real!) y no hacerte vivir en una continua cena de Nochebuena, rodeado de tragedias y anécdotas familiares, recetas de la abuela, bromas sin gracia y ganas de sacar la Beretta 9 milímetros cada vez que alguien te pregunta que cuándo vas a sentar cabeza.

Después tu madre llegó a Facebook, pillándote desprevenido y sin más remedio que aceptar su solicitud de amistad tras soltarte ese manido discurso con el que siempre te chantajea emocionalmente de que si ella te dio la vida, mientras se levanta la camiseta y te enseña la cicatriz de la cesárea. Ahí, en la plataforma de Mister Zuckerberg, has aguantado la humillación estoicamente a pesar de que ella se haya tomado la libertad de escanear y subir todas y cada una de tus fotos (de los cero años a tu adolescencia) y postearlas en un álbum cuyo título es “Mi amor, mi vida, mi tesoro” (y esto, en el mejor de los casos). Pero bueno, qué más da, en Facebook sólo tienes a amigos y familiares de esos que ya conocen todas tus miserias, te van a seguir queriendo igual. Porque a un ex puedes borrarlo del Facebook, pero a ver quién es el listo que se atreve a hacerle eso a una madre (es peor que pisarle lo «fregao»).

Y ahora tu madre amenaza con abrirse una cuenta en Twitter porque su amiga la del 3ºB le ha explicado que es como un patio de vecinas pero a lo grande y que pueden escribirle mensajes hasta a Jorge Javier. Así que prepárate para esconderte de ella en Twitter (lo sé, hubiese sido mucho más fácil esconderse en la segunda página de Google). Tú que estás hecho toda una tuitstar, no vas a querer que tu madre te avergüence delante de todos tus seguidores, esa pandilla de desconocidos que aplauden todos y cada uno de tus ingenioso tuits mientras te veneran y se postran ante ti. Vale que no los conoces y que sólo son 27, pero no puedes dejar que la reputación que te has labrado en estos últimos 5 años desemboque en un unfollow de proporciones estratosféricas. Prepárate porque a partir de ahora vas a llevar una doble vida.

  1. Elimina de tu actual cuenta de Twitter cualquier pista para ella, tu madre. Borra todas las fotos en las que aparezcas. Modifica tu Bio, borra todo lo que le pueda hacer sospechar. ¿Crees que el stalkeo es algo nuevo? Pues lo inventaron las madres. Borra cualquier tuit en el que menciones a cualquiera de tus familiares con hasta un dieciseisavo grado de consanguineidad, además de hacerles unfollow, bloquearlos y privatizar tu cuenta. Jamás le proporciones esta cuenta a una madre, ni aunque pretenda sobornarte con un tupper lleno de croquetas de setas y queso de cabra.
  2. Crea una cuenta falsa. Ábrete una cuenta falsa y de vez en cuando lanza tuits para que ella pueda favearte y retuitearte sin problemas. Resístete un poco a dársela. No queremos que tu madre sospeche nada.
  3. Cuidado con la geolocalización. No hay nada que le guste más a una madre que saber dónde está su polluelo en cada momento. Eso y la última conexión del WhatsApp sólo puede haberlo maquinado una madre (o una novia ultracelosa).
  4. Ahora que tu madre está en Twitter, prepárate y échate a temblar. Si ella antes tenía un pajarito que le contaba las cosas, imagínate ahora.